Reign In Blood • Trigésimo Aniversario

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La instrucción de incluir una cabeza de cabra en la imagen y un avance en cassette de los temas bastó para que el ilustrador Larry Carroll desarrollara la tremenda portada del disco.

Por: Julián Andrés Sánchez

Cuando las nubes se tornan rojo carmesí: 30 años de Reign In Blood

Slayer. No hace falta presentación para esta banda que surge de las profundidades de Huntington Beach, California. Su terminante asalto de vertiginosas guitarras (King y Hanneman), una batería que destroza las entrañas (Lombardo) y sus macabros e intensos relatos (Araya), hacen de este sonido una apología a la violencia. Slayer es sinónimo del perfeccionismo de la agresión y es en Reign In Blood, su tercer álbum de estudio (y primero bajo el sello disquero Def Jam Recordings), donde logran consolidar su esencia, refinando el entonces naciente thrash metal americano y llevándolo a uno de sus mejores límites, por lo que a la fecha se trata de su trabajo más representativo, el que se ha sido influencia de innumerables bandas en el mundo.

El éxito de esta obra ha sido tal que pasados treinta años aún sigue lloviendo sangre. Por esa razón me pregunto: ¿Cómo se gestó un álbum que marcó todo un género y por qué ha sido tan exitoso?

Según Kerry King, con Reign alcanzan una nueva dimensión al tener a Rick Rubin detrás de las consolas. “El limpió nuestro sonido”. Jeff Hanneman coincidió en esto, pues en sus trabajos iniciales se percibían ecos, reverberaciones y toda suerte de imprecisiones sónicas comprensibles para trabajos independientes, cosa que se aprecia claramente en el álbum Show No Mercy de 1983 (desde mi opinión personal), así como en el Hell Awaits (1985) con el cual captaron la atención de Rubin, quien les proveyó la estrategia técnica para un sonido más limpio y directo que denominaron “more-in-your-face” (mas en tu cara). Y creo que todos los que nos hayamos sometido al inmenso poder de los casi treinta minutos que conforman esta grabación, estamos de acuerdo con esto. Dicho sea de paso, este es uno de los aportes que convertirían a Rubin en uno de los mejores productores del mundo en la década siguiente.

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En cuanto a la composición del álbum mismo quiero destacar una de mis canciones favoritas del álbum, Altar of Sacrifice, cuyo riff principal surge de una canción previa que nunca llegaron a grabar llamada Ice Titan. Por su parte, la icónica Raining Blood fue idea de Hanneman, quien afortunadamente la grabó en un mini-recorder y se la mostró al resto de integrantes sin imaginarse cuán determinante sería en un futuro, especialmente después de su lamentado deceso. Ese riff siempre sonará en lo más profundo de nuestras almas. (Véanse las entrevistas de Guitar World staff y Revolver Magazine).

De esta manera, Slayer cumplió con unas de las creaciones más pesadas y rápidas de la historia del rock, un objetivo que como lo comenta Tom Araya, se habían planteado desde 1983 con el tema Aggression Perfecter (luego Aggressive Perfector del Hounting the Chapel EP, luego el bonus track del Reign Aggressive Perfector).

Este resumen de la historia tras el legendario Reign In Blood me deja con una curiosa respuesta a mi interrogante sobre su gestación y éxito: en vez de buscar un sonido “sucio”, lograron más tras una purificación de su sonido. Es decir, la refinación fue la clave, además de un pico de creatividad y energía de la entonces joven banda, claro. Slayer (junto a Rubin) logró pulir su característica agresividad sonora asegurando su legado sobre el esplendoroso y perpetuo cielo color rojo carmesí que nos anuncia que seguirá lloviendo sangre.

¡Sangriento aniversario!

P.D. La favorita de rickiwarrior es Piece By Piece.