The Fat Of The Land • Vigésimo Aniversario

El inicio de mi relación con The Fat Of The Land fue algo confusa. Recién el sencillo Firestarter apareció en medios no supe qué pensar. Era adolescente y gruñón, por lo que no encontraba razón alguna para celebrar o bailar. Tampoco me simpatizó el saltón Keith Flint con su lengua burlona y sus dos crestas en el video. Mejor dicho de entrada me cayeron mal. Sin embargo, mientras mi razón se deleitaba en su ridículo diálogo interno sobre cómo deberían ser las cosas y sobre cómo no me gustaba que mezclaran el rock con la electrónica, con su extraño ritmo (oh glorioso breakbeat), su percusión (ése redoblante), su sonido electrónico casi industrial y en general con su explosividad, The Prodigy le habló clarito a mi entonces escondido espíritu rumbero, lo miró a los ojos y le dijo: "seremos mejores amigos para siempre".

Esta confusión respecto a mis sentimientos encontrados con los nuevos chicos malos de la electrónica duró pocas semanas pues cuando estrenaron Breathe amé The Prodigy. La enloquecedora línea de bajo, de nuevo el redoblante, el riff en guitarra acústica y la inmortal frase: Breathe the pressure - Come play my game, I'll test ya - Psychosomatic, addict, insane, fue un deleite para mi, amor a primera escucha, y con la estética de ambos videoclips empecé a entender que la mezcla de rock y electrónica era viable y de hecho vital para que siguieran habiendo alternativas.

Una cosa llevó a la otra, por supuesto, así que no pasó mucho tiempo hasta que este álbum en CD rotaba entre amigos y rápidamente concluimos que aquellos dos audiovisuales eran apenas una pequeña muestra de una obra perfecta. Por ejemplo, a mi que me encantan las aperturas y los cierres, este es glorioso en ese aspecto pues cuenta con Smack My Bitch Up y Fuel My Fire, temas fuera de serie. El primero, tan emocionante como pueda ser la electrónica, usa una muestra de funk clásico como base de un groove irresistible sobre el que construyen un tema pesado. Increíble. Ahora, está lleno de detalles encantadores como la melodía hindú en voz femenina sobre parte del riff de guitarra de Bulls On Parade a partir del minuto 3, que es una jodida obra maestra. El segundo, una versión de una canción de la banda de chicas más rockeras de la historia: L7. Solo que con un tempo más rápido, la contundencia de los beats electrónicos y un tecladito mínimo en las partes que no son cantadas, superan la canción original. Ahí van dos temazos.

Hip-hop del mejor en Diesel Power con el rapero Kool Keith en las rimas. (Por cierto, fue él quien acuñó "Change my pitch up / Smack my bitch up"). Por su parte, fundada en la icónica frase de Root Down de los Beastie Boys, Funky Shit hace referencia a la vieja escuela de disc jockeys del hip-hop que empleaban las mejores muestras de bajo y batería del funk como insumos. Serial Thrilla (basada en esta curiosidad) es otro de los cuatro exitosos intentos de Keith Flint por cantar. En el corazón del disco se encuentra Mindfields, otra joya de la corona con la que empieza un toque psicodélico que continúa con la sensacional Narayan, la épica concebida junto al cantante de Kula ShakerCrispian Mills (con quien continúan explorando el lado oriental de la apertura) y que regresa en la instrumental Climbatize, que tiene una línea de bajo demoledora y una atmósfera sónica elevadísima. Me fascina el lado psicodélico de The Fat Of The Land.

Pero volviendo a la confusión que ha marcado esta relación, solo hasta hace poco entendí qué demonios es The Prodigy, el mejor soundsystem de rock desde hace dos décadas. En 1997 no tenía la menor idea de su trayectoria en la escena rave inglesa, de las habilidades y el gusto de Liam Howlett, del banquete de sampling que es este disco ni del funk detrás estas nuevas maravillas de la electrónica como Homework o Dig Your Own Hole, ni de muchos otros detalles, solo la certeza de que la propuesta me encantaba, que el disco es impecable, y que con cada año se convertía en un indiscutido clásico. Hoy junto a mi generación celebro la marcada influencia del The Fat Of The Land en nuestro carácter, en nuestro estilo, por ser la combinación precisa de tantas cosas que nos gustan. Salud para siempre por esta grandiosa obra.

Feliz aniversario!