Soulfly • Vigésimo Aniversario

Continuaba, aunque no por mucho tiempo más, el proceso de alternativización del metal, entre otras vías, a través de este disco del que ahora les escribo, resultado de una pelea tonta, o al menos así pareció, que separa a Sepultura en uno de sus mejores momentos, después de lanzado el Roots, evento que todavía duele recordar. Pero claro, con la inercia que traían no le resultaba viable "bajarse del bus" a ninguno de los dos bandos, de los cuales Max Cavalera gana el pulso, pegando primero y pegando más fuerte con Soulfly. (Los demás lanzaron Against, el sexto de Sepultura con el que nunca hice la tarea...)

Desde lo musical y lírico esto es básico pero muy efectivo. En un esfuerzo leal por diferenciarse de su banda brasileña, la estrategia de Max fue enfocarse en la percusión tribal con la que habían hecho carrera y montar sobre ella esos riffs de pocos y cercanos acordes, típicos del estilo, que por cierto me recuerdan a Coal Chamber, sin ningún tipo de pretensión fuera del groove que te obliga a saltar, sin punteos ni baterías complejas que cualquier cristiano podría imitar. De hecho, la fórmula es tan sencilla que no trascendió mucho más, sin embargo, Soulfly ha lanzado diez álbumes, así que si no es un banda de culto en todo caso es toda una empresa del metal.

La espiritualidad y la rabia, por contradictorio que suene, continúan siendo el mensaje. Ese carisma humilde pero contestatario de Max siempre ha funcionado, siempre se le quiere. Pero en esta oportunidad, infortunadamente, la rabia va dirigida a quienes se alega escondieron la verdad de los hechos en un accidente en que su hijastro Dana Wells, a quien está dedicado el disco, murió. (Encontré un artículo que hace el recuento completo de la investigación, que muy a-lo-Zodiac, no se resuelve, pero que sirve si quieres profundizar en este triste suceso).

Además de esta fuerte inspiración, entre las fortalezas de Soulfly están el demoledor rugido de Max, por supuesto, así como el combo con el que construyó esto, amigos de la escena que acudieron masivamente como invitados a fortalecer los temas, de los cuales, de entrada destacan la apertura  Eye For An Eye, junto a Dino y Burton de Fear FactoryBleed, junto a Fred Durst y Dj Lethal de Limp Bizkit, y First Commandment, junto a Chino Moreno de Deftones. Tremendos y frontales desahogos de rabia que te dejan con la boca abierta y que demuestran inteligencia desde la industria musical pues ése recurso de construir canciones featuring otros artistas es una de las fórmulas comerciales más comunes hoy en día.

Pero en esa hora de música, porque los cortes no son precisamente cortos, nada sobra, todo está balanceado alrededor del que da nombre al álbum, elevado jam playero reminiscente de Planet Caravan (con uno de los pocos punteos del disco), con temazos como Tribe, que por su cuenta resume el concepto, Fire, una favorita personal desde entonces, la pesada Quilombo, o Prejudice, junto a Benji Webbe de Skindred y Dubwar, que en esa época no me movía la aguja pero que ahora me resulta todo un acontecimiento por la mezcla de dancehall (o cualquiera que sea su estilo como MC) con metal. Todo cocinado una vez más por el padre de la escena, Ross Robinson, quien le da el toque sucio, la atmósfera tribal y el sabor "timbalero" latino a esta poderosa música.

Como verán el disco tiene sus historias y su calidad, pensé que solo escribiría tres párrafos pero había bastante por decir y recordar mientras lo escuchaba de nuevo. Y quedo tranquilo por toda la "corriente que le boté" a este asunto en la adolescencia pues efectivamente se trata de un buen recuerdo y de un buen disco.

Feliz aniversario!