[Death is not dead...] Leprosy • Trigésimo Aniversario

Por: Julián Andrés Sánchez

Death. Cuando escuchamos este nombre viene a nuestra imaginación el sonido de tappings de guitarra por todo el diapasón, mientras que la batería y el bajo forman una comparsa fúnebre tan vivaz que haría revivir a todos los muertos por medio de un ritual zombie. Es increíble que Chuck Schuldiner (Q.E.P.D.), quien ideó muchas de las canciones pioneras de un estilo tan agresivo como el death metal, sea recordado con la imagen de un hombre amable y tolerante. Sin embargo, esta no es una reseña acerca del hombre sino de su legado.

No pretendo dar cuenta de manera enciclopédica de cada uno de los temas que lo componen, sino contar la experiencia al escuchar Leprosy (1988), el cual fue banda sonora de la adolescencia de muchos a lo largo de tres generaciones. Antes de proseguir, una corta presentación del álbum: Estrenado el 12 de agosto de 1988 bajo el sello Combat Records, fue el segundo en la discografía de Death y se le considera estandarte y uno de los recomendados para hacer una inmersión al sonido del death metal.

Superior a  su antecesor (el Scream Bloody Gore de 1985) en términos de producción y técnica, Leprosy brilla por la cantidad de recursos instrumentales en las guitarras. Solo basta con escuchar el tapping en la canción Born Dead y cómo el bajo acompaña dicho movimiento para crear una fuerza contundente que no aburre como si se tratase de una presentación de conservatorio, sino que crea un sonido que acelera el corazón y sube la adrenalina para rasgar la carne leprosa.

Se debe reconocer la colaboración de Rick Rozz en la composición del álbum, guitarrista miembro de la agrupación Massacre. Pero ello no quiere decir que el álbum sea una demostración de 39 minutos de solos de guitarra, pues también se destaca su excelente uso del doble bombo en la batería, por ejemplo, en canciones como Open Casket donde se siente que la percusión pega más fuerte que el fuego de metralla.

Para terminar, actualmente en el death metal ha hecho tendencia la exposición de composiciones super técnicas y un sonido sobre-producido creando un efecto artificial, mientras que Leprosy, al ser un álbum de 1988 (sin ánimo de caer en anacronismos) se nos presenta de forma muy orgánica, que no quiere decir un sonido descuidado, al contrario, es muy detallado pero que no aburre en medio de la exhibición de técnica. Por otra parte, es contundente sin tener que recurrir a blast beats pues su uso devastador del doble bombo es suficiente.

Desde nuestra perspectiva es fácil asimilar la alta electricidad de sus notas, pero éstas pueden sorprender gratamente a aquellos curiosos que quizá no estén acostumbrados al metal extremo. Vale la pena escucharlo para quienes extrañamos el sonido del death metal de antaño, pero también para aquellos quienes que le dan la bienvenida día a día, afortunadamente.

Feliz aniversario! (y no olviden esparcir la peste/lepra).