Anoto que soy fan de Primus desde el bachillerato. Recuerdo una temprana irresponsabilidad financiera de haberme endeudado por $40.000 pesos alrededor de 1996 para comprar Frizzle Fry y Sailing the Seas Of Cheese en cd, cosa de la que nunca me arrepentí porque además de fanático de su música, también lo soy de su carisma y de su humor (y porque ese par de discos son grandiosos). En esa lógica temporal, calculo que el promedio de edad de los asistentes al concierto era de 35 años, es decir, fuimos los viejos que crecimos con Primus en los tempranos noventa, lo que resulta lógico pues se trata de un sonido clásico que no atrapará nuevas audiencias, así que la primera conclusión es que Ambushing The Storm fue una gira para renovar la relación con los seguidores de toda la vida. Y conmigo funcionó a la perfección pues ando muy contento retomando el Green Naugahyde y el The Desaturating Seven. Buenos!
Ahora, ya había visto a Primus en vivo (Maquinaria Festival, Santiago de Chile, noviembre de 2011), razón por la que tenía la absoluta certeza de que el show sería excelente.
Cosas que pensé
Una de las primeras ideas que me surge del martes en la noche es que la fórmula de Primus es muy exitosa en vivo por su constante golpe fijo de bombo. Claro, es una banda de funk metal que pisa el terreno de lo progresivo constantemente, detalle muy evidente a través del baterista Tim Alexander y su reconocida interpretación polirrítmica, más sin embargo, la mayoría de minutos (muchos de ellos jams que alargan las versiones originales de los temas), están fundados en un certero golpe de bombo constante que se puede acompañar con las palmas y sobre el que se puede bailar. Esto hace el concierto contagioso y emocionante, aún en los episodios más hipnóticos y elevados, que son varios.
La segunda idea es que Primus hace muchísimo con muy poco. Con los tres instrumentos reglamentarios, sin tener el bajo mas de cuatro cuerdas o la guitarra más de seis (elementos que podrían considerarse normales en en lo progresivo) la música es interesante, inteligente, bien construida e interpretada, experimental, psicodélica, percutiva, atmosférica, entre otros tantos adjetivos como divertida, porque Primus es una banda jodidamente divertida. La batería si es más engallada que una batería normal pero en todo caso no es exagerada pudiendo serlo, dada la importancia de la percusión aquí.
Visualmente la conclusión es similar: con tres pantallas normales, una animación sin muchas pretensiones y una maquinita de humo, la puesta en escena es austera pero buena. (Bacano el intermedio con los tres episodios de Popeye)
Metal alternativo + Pink Floyd
Claro, como discutíamos con otro asistente durante el show, es inevitable trazar enlaces con otros grandes artistas y ver cómo se conectan musicalmente. Percibimos Red Hot Chili Peppers, Jane's Addiction, Incubus, la sensación real del funk metal que presenciada en vivo para alguien de mis gustos es un absoluto placer. Pero la conexión más grande la sentí con Pink Floyd.
Desde que Primus hizo la versión de Have A Cigar los homenajearon explícitamente, pero a través de los años he constatado que las constantes cuerdas 'al aire' de Claypool se alinean muy claro con el estilo de Roger Waters y que se refuerzan con los rellenos (fills) de Alexander que privilegian la contundencia sobre la complejidad o la velocidad, a-lo-Nick Mason. Y pues bueno, ambas bandas tienen funk y les gusta lo progresivo, así que en vivo cuando Primus se explaya, es aún más fácil de percibir.
Cuando alargaron Southbound Pachyderm, la última canción del repertorio, además de la hipnótica cuarta cuerda al aire reminiscente de Shine On You Crazy Diamond, la melodía empezó a sonar con efecto de sintetizador antiguo, muy a-lo-Welcome To The Machine, haciendo los últimos diez minutos del concierto un momento muy Wish You Were Here. Tremenda conexión.
El repertorio fue una exquisitez porque amé todas y cada una de las canciones. Todas eran favoritas. No obstante, me fue particularmente bien hacia el final de la primera mitad con Frizzle Fry (mi favorita de siempre), Jilly's On Smack, Mr. Krinkle, Nature Boy y Harold Of The Rocks. ¡UFFFF!
El balance entre álbumes estuvo perfecto, privilegiando lo clásico sin ser obvios, sacrificando el Antipop (que me encanta) como normalmente lo hacen y tocando solo una del Brown Album y del Green Naugahyde, supongo sobretodo, porque fueron discos en que no participó Tim Alexander. De los dos temas nuevos me encantó The Storm y hacia el final en My Name Is Mud y Jerry Was a Race Car Driver, la necesidad de saltar y empujar era incontrolable. Fue un gusto ver como la energía del ensamble de bajo y batería nos contagiaba. Muy bacano.
Para terminar
Esperando que en lo financiero el evento haya funcionado para los organizadores y que de esta forma no se repita que bandas como Nick Cave o At the Drive-In pasen por Suramérica pero no por Bogotá (como en 2018), dejando una felicitación a los diseñadores del afiche que quedó súper, y confirmando que el sonido en el Royal Center no es bueno, comparto estos párrafos para continuar la tradición de reseñar los conciertos que me dejan dichoso.
Hasta la próxima.