Bleach • Trigésimo Aniversario

Muchos temas genera este aniversario, algunos frecuentes como la transición de la década de los 80 a la de los 90, otros no tanto como recordar la estética del grunge (que alguna vez denominé) primigenio, cómo la industria absorbió estas poderosas expresiones rock para explotarlas, y finalmente temas específicos como cuan bien se ubica esta entrega en la discografía de la memorable banda americana, Nirvana, por mencionar solo algunos de los numerosos que evoca el Bleach.

La magia del underground ochentero fue tan hermosa y tan grande que ni todas las series y documentales que veamos o por más nuevas bandas de la época que descubramos van agotar esa energía que quedó atrapada en la memoria colectiva ya por tres décadas, ni siquiera en el caso de Nirvana, seguramente la banda de esa escena más expuesta al mainstream. Y lo menciono porque la estética de Bleach es un baldado de esa energía: desde lo visual, la clásica portada barata del grunge con fotos de la banda en garajes o escenarios pequeños, con efectos básicos y la fuente grande, denim, pelo largo, y desde lo sónico, el original sonido crudo de jóvenes, casi niños, creando música con recursos limitados. Por supuesto Bleach documenta un poco de lo que aconteció desde el origen de Nirvana hasta su estreno en 1989.

Ahora, creo que otra porción importante de la magia esta en la composición y la voz de Kurt Cobain, un talento entre un millón que puso en marcha todo lo bueno y malo que aconteció después. Claro, muchas bandas de esa época podían sonar contundentes con bajo presupuesto así como Bleach, pero pocas podían capturar como esta (y las otras grandes de Seattle) porque voces así no se encuentran tan fácilmente. Dicho sea de paso, punto para el sello Sub Pop por impulsar toda esa escena y para el productor Jack Endino por ayudar a construir este álbum que considero competente siendo el debut de una banda que asomaba la cabeza entre un montón de bandas cualquiera en un lugar cualquiera.

Siguiendo con los específicos, llama muchísimo la atención la diferencia tan drástica que se evidencia entre Bleach y el Nevermind, siendo el ejemplo más claro entre las bandas grunge que debutaron independientes (o casi) y luego fueron contratadas por discográficas gigantes. Esto demuestra que las fórmulas de la industria suman de manera considerable al impacto popular del producto (en este caso la reducción de los integrantes, el cambio de baterista y productor, y en general, el notable presupuesto), también demuestra que el joven Kurt efectivamente era un diamante en bruto, y sobre todo lo precario que resulta Bleach ante el pulido sonido de su hermano menor.

Sin embargo, y lejos de ser el fanático más antiguo de Nirvana en mi generación, esa precariedad del Bleach que la sentí latente por años y que me hizo subestimarlo, se ha unido a la magia que narraba inicialmente porque en la desgastada historia de Nirvana, el Bleach documenta lo hermoso que era antes que la fama se llevara todo a la mierda, porque, aunque pueda que me equivoque, ésta era la zona de confort de Cobain.

El revuelto de estilos que se esconden en el grunge (desde baladas hasta doble bombos tiene...), su sonido orgánico, grabado en pocos intentos y sin mucho chance post-producción, unidos por el pegante mágico que es el bajo de Krist Novoselic, revelan a Cobain creando con ilusión, desde la inocencia, mejor dicho feliz (oído a los numerosos punteos y adornos de guitarra), y entre más lo escucho siento que el Bleach es el patito feo de Nirvana, un bicho que nació raro pero que creció para convertirse en el espectacular bloque de temas que es.

Feliz aniversario!

P.D. Amo todo el disco pero destaco Sifting porque siempre me encantó, y también School pues me impresiona como ha llegado a gustarme.