Fun House · Quincuagésimo Aniversario

Los Stooges fueron un fenómeno que fue cobrando fuerza con el tiempo hasta consolidarse como uno de los capítulos fundacionales del rock a este lado del Atlántico. Esto, a medida que los héroes de ese género en las décadas que siguieron los fueron señalando como influencia primordial. Surgidos en una época en la que competían con la psicodelia cruda de The Doors, la rudeza de los Rolling Stones, la brujería de Led Zeppelin, o la misma explosividad de sus conciudadanos MC5, hay quien le ponga peros al memorable debut, pero en este segundo intento son invencibles, completando el cuerpo, el sabor y la personalidad que le faltaba a su reveladora propuesta sónica y al todavía por descubrir concepto de banda de garaje.

Esta noche me enfoco en sus gigantescas líneas de bajo (Dave Alexander), de donde se cuelgan todos los demás: la batería de Scott Asheton que ya ha dejado atrás toda la timidez, la guitarra de Ron Asheton, siempre más líder que rítmica, que comparte con plena finura el protagonismo con Iggy, ya convencido del potencial de su voz y de lo provocador que puede llegar a ser. Esta noche, Fun House me evoca esa escuela Jimi Hendrix, de ritmo en clave funk y una guitarra chillando sin parar, como Lenny Kravitz en su mejor momento noventero o como la demencia de The Mars Volta en el nuevo milenio. No se si exista alguna conexión secreta con Motown Records en aquel entonces, pero esto es mucha sabrosura para unos chicos blancos de Michigan.

Aunque ya habían intentado un tema extenso en el primer álbum (We Will Fall), este estaba más enfocado en una atmósfera psicodélica. Aquí, son siete cortes de cinco minutos en promedio, donde se dan el lujo de quedarse pegados en un groove impecable y añadir algunas exploraciones que por momentos te hacen olvidar que es un álbum de estudio, transportándote a un poderoso show en vivo. Pasando los tres cortes iniciales (todos hits punkerillos), llega Dirt, cerrando el lado A y poniéndole ese toque de jam blues callejero que podría durar para siempre.

En el lado B, las cosas se ponen heavy. En 1970, Batería y bajo entran a demoler en un loop tremendo que podría ser un gran sample para rap. La voz es una de las más altas y agresivas de Iggy, pareciendo responder con su repetitivo "I Feel Alright" a la parca 1969 de un año atrás. Para cuando entra el primer lead de guitarra, todas las maravillas que hablan de esta banda habrán cobrado sentido. Y para rematar introducen un saxofón (a cargo de Steve McKay), que se extiende hasta por Fun House y hasta la estridente L.A. Blues, añadiendo una fuerza experimental inesperada que esta noche me parece la precursora directa de The National Anthem de Radiohead, o del recién descubierto dúo de noise australiano Party Dozen.

Esta noche recuerdo que este disco es inmortal y que aunque estoy abierto a nuevas cosas, esta es la forma de la música popular que me ha gustado por más tiempo y que todavía no supero. Feliz aniversario!