Rosalía en Bogotá · 31-VIII-22 · Motomami World Tour

Hace años, en una respuesta a alguno de mis artículos en esunatrampa me recordaron que en la música, la forma primordial es en vivo y que las grabaciones son secundarias. Es evidente pero me gusta reiterármelo dado mi intenso relacionamiento con los álbumes, como Motomami, cuya interpretación en vivo confirma que efectivamente es uno de los del año, idea que está sobre la mesa desde su estreno a inicios de 2022.

Mi experiencia anoche inició divertida notando cómo excedía ampliamente el promedio de edad de lxs asistentes, pero también sintiendo un bienestar en el ambiente, a partir de ésa energía de quienes esperan mucho un concierto, pero más ligera, cálida y (obvio) diversa, que la que usualmente percibo. De entrada, me sentí a gusto, celebrando este propósito de mantenerme al tanto de la música actual. Ahora, algunas anotaciones sobre cómo el evento superó mis expectativas y me dejó muy feliz. Espero les guste:

Primero, tras Estéreo Picnic 2022 seguí confirmando que en las maneras del hip-hop -estilo predominante en la música popular actual-, muchos shows consisten en pistas (audio) sobre las que se canta o rapea, por lo que el ejercicio o despliegue vocal es determinante, más aun cuando siento el miedo al playback (o simulación de canto) siempre presente. Al respecto y como lo esperaba, la prodigiosa voz de Rosalía es real. Lo supe cuando alteró algunas notas de las versiones en estudio, cuando cantó las líneas de The Weeknd en La Fama, o cuando cantó Como Un G a capela. Tremenda. Por cierto, como el sonido del show va mejorando poco a poco, a partir de los ajustes de los técnicos en respuesta al espacio lleno de gente (algo que se nota muchísimo en el Movistar Arena, tal vez por el fantasma del horrible sonido del que alguna vez fuera el Coliseo Cubierto El Campín), creo el mejor momento vocal fue después del encore cuando cantó Sakura para la despedida -muy en el orden del disco-. A diferencia, en la apertura con Saoko la acalorada reacción de la audiencia dificultaba escuchar su voz.

Por otro lado, mi satisfacción dependía de ver instrumentos en el escenario, así que cuando salió con guitarra eléctrica a conversar sobre algunos suaves acordes -lo cual me recordó a Shakira-, me empecé a sentir satisfecho, pero fue cuando se sentó en el piano -que ni me di cuenta cómo llegó allí pues andaba pendiente de sus interacciones con el público- que se superaron mis expectativas. Aunque no vibro mucho con la letra de Hentai, lo hago completamente con su melodía y presenciarla haciendo ése sing n play fue brutal. Ésta era la forma de validar sus alegadas habilidades vocales y su proficiencia musical en Motomami.

La puesta en escena siguió el concepto mínimal del álbum, con mucho blanco, pocos colores y poca escenografía. Chévere ese sinfín de estudio fotográfico donde todo ocurría. Las coreografías y los bailarines me recordaron mucho a Madonna, quien por cierto siempre tuvo su fascinación con la cultura ibérica y a propósito, me gusta que el español reclame terreno en una oferta muy anglo en la música popular -de la que yo soy el principal consumidor-. Destacaría por último, que la variedad en géneros y estilos del Motomami le da mucha dinámica al concierto. Entre el setlist, que incluía algunos covers y un popurrí de clásicos bailables latinos, pudimos escuchar merengue, bolero, champeta, bachata, entre otros. Toda una salsa, como diría Richie Ray.

Sonaron todas las canciones del disco y otro poco de hits más (mis favoritas: Candy y La Combi Versace), y ahora que me gustan dos de sus trabajos discográficos (amo El Mal Querer pero más Motomami), me considero fan de esta mujer. Así pues, quedo dichoso con la experiencia y con el hecho de disfrutar la música actual. Espero poder ver a Bad Bunny en vivo y de manera similar, confirmar que su álbum también es uno de los definitivos de 2022.

Hay muchos videos en vivo del concierto pero no encontré ninguno particularmente bueno así que escogí cualquiera.