Goo · Trigésimo Aniversario

No es fácil ser avant-garde, 30 años de Goo

Por: Pal NDT

Para 1990, Kim Gordon, Steve Shelley, Thurston Moore y Lee Ranaldo, ya tenían reputación y protagonismo en el génesis del sonido que revolucionaría el mundo poco después. Con el lanzamiento un año y medio antes del Daydream Nation, que se convirtió rápidamente en elemento de culto, quedaron en la mira de los grandes sellos que buscaban darle salida a ese nuevo movimiento que se formaba bajo tierra, en los sótanos del sueño americano. Junto a ellos y en diferentes partes de la geografía estadounidense, aparecían síntomas de esta revolución en forma de bandas como Jane’s Addiction y Pixies, todas necesarias para dar sentido al Grunge y a íconos como Nirvana, Smashing Pumpkins o Pearl Jam.

Originados en la tormentosa ciudad de Nueva York a comienzos de los años 80, Sonic Youth nació en el corazón del No Wave, un movimiento artístico contestatario que se revelaba en contra de todo lo que se denominara New Wave. En el No Wave primaba la textura de sonidos atonales sobre la armonía, precepto que explicaría el rumbo y el característico sonido desarrollado por Ranaldo y Moore. Así, con esto claro desde el inicio, emprendieron un viaje de 5 discos de estudio donde tuvieron la oportunidad de probar las mieles del subterráneo y la libertad de hacer con su música lo que quisieron, para que luego del Daydream Nation pudieran apuntar toda su fuerza hacia la cúspide: Goo, su debut en las grandes ligas.

Aclaremos algo, el hecho de saltar al vacío de la fama jamás significó para ellos venderse del todo. Si el mundo iba a abrir sus oídos a Sonic Youth, lo haría bajo sus términos y condiciones, lo que al final dio como resultado una joya de proporciones épicas para la cultura pop. Goo es desde todo ángulo una obra de arte contemporánea que refleja el espíritu, no sólo de su momento, sino de la evolución del pensamiento posmoderno.

Sé que esto suena nerd y exagerado, pero a medida que se revela su contenido, podemos ver cómo la trama escondida entre líneas se abre frente a nosotros. Comencemos por la carátula, una ilustración de Raymond Pettibon muy parecida a las que se veían en los fanzines del under en los 80, hecha a partir de la foto de Maureen Hindley y David Smith, los testigos claves en el juicio de 1966 contra los asesinos en serie Ian Brady y Myra Hindley, que venía acompañada por un texto que cuenta una historia que parece sacada del guión de Natural Born Killers. Su efecto hipnótico ha sido ampliamente inmortalizado en camisetas hípster, mugs para tomar Chai y tarjetas de regalo.

Luego están las letras, controversiales y transgresoras para la época, e incluso para un sello abierto como Geffen Records (DGC), quienes se atrevieron a publicarlas. Así, tenemos una oda a Karen Carpenter donde se habla abiertamente de su anorexia, se plantea salir en una cita con la madre de Jesús, o se expone la fragilidad masculina disfrazada de falsa valentía, entre otras; todo un cóctel revolucionario de cosas que hoy en día damos por sentadas o que no nos escandalizan pero que para su momento resultaron incluso chocantes.

El conjunto de demos grabados se llamó Blowjob?, como la banda quería titular el álbum, uno de los pocos puntos en los que el sello no hizo concesiones.

En cuanto a la producción musical se refiere, la banda se encargó de crear todo con la ayuda de Nick Sansano (productor del Daydream Nation) en la consola. Esta fue una nueva experiencia pues estando acostumbrados a trabajar con muy poco, disponer de un holgado presupuesto les permitió expandir su exploración a un nuevo nivel. Sin embargo y como ya lo dije, ellos estaban llegando al mainstream pero con sus propias reglas y como lo pensé mucho para escribir esta reseña, puedes sacar a Sonic Youth del underground pero no sacar el underground de Sonic Youth. De hecho, dos temas increíbles nos dan una lección de humildad a la audiencia, hablo de Mote y Mildred Pierce, que comienzan con una estructura sólida, armónica y definida, progresiones perfectas que se deslizan frenéticamente y a toda velocidad sobre una autopista, pero que terminan en un gran accidente lleno de confusión. Amo estas canciones porque siempre te hacen cuestionar tus valores como espectador, te enseñan a los golpes a pensar diferente y a ver el orden y la belleza dentro del caos.

Las clásicas del álbum jamás defraudan y son ya como viejos amigos a los que no ves hace años pero que saludas con la misma efusividad de siempre: Dirty Boots, Tunic (Song for Karen), My Friend Goo y por supuesto Kool Thing, que tiene como invitado a Chuck D de Public Enemy en el papel de voz in/consciente de una feminidad fuerte. Así, es innegable el atractivo comercial que trajo esta nueva fase, incluyendo una agresiva campaña de videoclips y varias copias vendidas, pero siempre proponiendo y divirtiéndose en cada minuto de contenido compartido.

Termino de escuchar sus 49 minutos y me cuesta creer que hayan pasado 30 años de esta revolución que aún no pierde vigencia. Las implicaciones de este asalto al mainstream por parte del underground fueron evidentes en la gloriosa década que allí empezaba, pero todavía nos revela cosas, como unidad y como parte de esa respetable discografía de la que hace parte. Goo es una obra maestra, un clásico, fabricado con la misma materia prima del Grunge pero completamente diferente y eso es hermoso. Esperando haberle hecho justicia a este mensaje de 1990 que nos dejó Sonic Youth para la posteridad, ¡salud!