Curiosamente, en estas últimas semanas anduve buscando The Thin Red Line (1998) en todos los servicios de streaming para repetirla -pues no la vi con juicio en su momento-, y no la encontré por ninguna parte. Lo que terminó pasando fue que después de más de doce meses sin visitar una sala de cine -algo que nunca habría imaginado sucedería- el regreso fue para ver otra épica de don Terrence Malick. A estas alturas de la vida (me refiero al 2021) volver a pagar para a entrar cine a ver una película de 174 minutos puede parecer demente pero lo seguiré haciendo mientras pueda, más aún cuando esté harto de llorar por los horrores de este país en que vivo y me ofrezcan la oportunidad de ir a llorar por los de la humanidad entera, como lo hacen de manera magistral con A Hidden Life (2019).
Si, es la puesta en escena de una historia de la vida real acontecida durante la segunda guerra mundial, pero además del admirable esfuerzo para salirse de los lugares comunes, para cuando termines de verla todo será muy amplio: el título de la película cobrará un sentido que te quebrará en pedazos y muchos debates filosóficos sobre la moral, el derecho y la vida, resurgirán en tu cabeza, sin importar tu historia o realidad.
Desde lo técnico, la película está grabada, básicamente, a punta de un lente angular y un steadicam que te mete en las narices de los personajes sin perder detalle de las locaciones que son espectaculares. Tremenda operación de cámara por Jörg Widmer y su equipo, esto fue pensado para la pantalla gigante. Interesante ver a August Diehl en el rol principal (a quién conocí y no veía desde Inglorious Basterds) y a otros renombrados actores europeos como Bruno Ganz quien aparece un par de minutos para un debate bien profundo.
Entonces, si bien las series de televisión y los servicios de streaming cambiaron nuestra relación con el audiovisual para siempre, responsabilidades como llegar temprano y buscar una ubicación adecuada, silenciar el teléfono móvil o aguantarse las ganas de orinar hasta el final, podrán resultar cada vez más absurdas pero nunca morirán, por obras como ésta.
Recomendada.