Fui a ver A Quiet Place, uno de los fenómenos del momento en salas de cine. ¿Y cómo no? Si el terror es taquillero aun con bajos atributos de calidad, cuando le agregan valor por encima del estándar, como en este caso, no es de extrañar que se vuelva un fenómeno.
Ahora, si bien mi balance es positivo, tengo sentimientos encontrados con respecto a la historia en dos aspectos, siendo el primero el hecho de que hay detalles sin explicación o formas más lógicas de solucionar las cosas, aclarando que no me refiero al origen de la complicada situación. Me sentí cómodo partiendo de la extraña premisa sin exigencia alguna así como en The Killing of the Sacred Deer (dicho sea de paso, excelente ejemplo para recordar las formas que hay de aproximarse al terror o al suspenso).
El segundo aspecto y más determinante tiene que ver con el obstáculo o antagonista, cuya representación en pantalla no me extrañó cuando vi que era producida por Michael Bay, cuyo inmenso aporte a la industria del cine americano representa todo lo que no me gusta del cine americano. Pero más que un asunto de estilo, mi rollo con este obstáculo o antagonista en A Quiet Place es que termina opacando la especial propuesta sonora con que inicia la película y posiblemente su principal atributo. En este sentido, a medida que avanza la historia se va degradando en otra intensa exposición del jump scare (en Wikipedia: "asustar a la audiencia al sorprenderlos con cambios abruptos en la imagen o el evento, que suelen coincidir con un sonido fuerte y aterrador").
Pero bueno, el ejercicio de verla es tanto interesante como asustador así que repito, el balance es positivo.