Silverchair y su tercer álbum en 1999 requieren una breve contextualización de la vibra de la época y traen forzadamente la nostalgia por esa ansiedad apocalíptica del cambio de milenio...
Con algunas excepciones como el ganador Californication que marca el regreso de Frusciante a los Red Hot Chili Peppers o el The Battle of Los Angeles con el que Rage Against the Machine continúa explotando con su clásica pero siempre fascinante fórmula, el "fuerte" de discos de ese año demuestra que todas las bandas que conocíamos y amábamos, abandonaban la rutina de repetirse para reinventarse y/o adaptarse a nuevos mercados o a un sonido más aterrizado, como el Make Yourself de Incubus y el There Is Nothing Left To Loose de Foo Fighters. Dream Theater en lo suyo, la sacó del estadio con Metropolis 2, y pueden observarse otros ejemplos de giros premonitorios de lo que vendría para el rock en la primera década del Siglo XXI, como el debut de Muse y Slim Shady entregándole las llaves de Mtv al Hip-Hop.
Después de haber vivido su gran cuarto de hora con dos álbumes gigantes para la corta edad de sus creadores (Frogstomp y Freak Show), Silverchair también haría un giro musical pero no adaptativo o estratégico - comercial (de por sí, puede ser visto como el principio de su fin), sino uno hacia construir un sonido y un sello propio, difícil de compararse con sus contemporáneos. Y aunque la crítica lo haya calificado como un esfuerzo confuso, Neon Ballroom y la mística de su producción aciertan en su propósito, sobre todo si tenemos en cuenta que es el paso previo a Diorama (2002), su mejor entrega. Desde la autoexigencia de Daniel Johns en la composición con otros instrumentos, pasando por la participación de David Helfgott (3 años después de que su historia se hiciera conocida a través de la película Shine), así como la depresión y anorexia que hasta hace poco Johns explicaría con nivel y profundidad en su autobiografía, lo demuestran.
Ahora, partiendo de la nostalgia y en honor a los cojones de estos australianos de haberse arriesgado a regalarnos un disco emocional, catártico con nuestra temprana adultez y la de Johns, acá vienen algunas máximas honestas sobre Neon Ballroom, con ocasión de sus veinte años:
Es un disco versátil, con un par de puntos muy altos (Emotion Sickness, Paint Pastel Princess) y otros altos (Spawn Again, Point of View, Dearest Helpless), y sin embargo, permanece la ironía de ser recordado en Spotify por sus tres hit singles (Anthem for the Year 2000, Ana´s Song y Miss You Love) algunos de sus temas más flojos. Dearest Helpless y Point of View hubieran sido sencillos más honrosos, pero bueno, esa era la época y Spotify lo confirma. No es que sean malas canciones, pero el repertorio de baladas en la discografía de Silverchair es muy superior.
Este es un disco con alto contenido emocional. Había algo especial en abrir la carátula y encontrar la imagen final de Johns enfrascado en la letra de Steam Will Rise, una canción que nunca sabré si realmente es muy buena o si sencillamente me hace recordar mis épocas de adultez temprana emocional y la apertura a los sonidos del nuevo milenio. Vuelvo y recuerdo, Muse estaba anunciándose y Daniel Johns ahora estaba sentado componiendo directamente en el piano.
En comparación con la energía de otros discos, la voz de Daniel Johns, por emotiva que fuera, se nota tremendamente exigida y forzada. Es uno de los puntos altos del álbum porque se escuchan hasta las entrañas y en esencia ese es el espíritu del Neon Ballroom. Es probablemente más recordado por esa carga emocional y las historias de Johns junto a la experiencia que todos sus seguidores tuvimos canción por canción, a través del Complete Videology y la poderosa presentación en vivo en el Melbourne Park en el 99.
Veinte años después, me parece que la producción de Nick Launay, no sobrevive el test del tiempo, al menos para algunas canciones. Su trabajo en Spawn Again o Steam Will Rise favorece, mientras que en Paint Pastel Princess o en la épica Emotion Sickness, la mezcla podría ser mejor considerando la alta calidad de la composición y la cantidad de instrumentos empleados.
Pero bueno, para quienes tuvieron las pelotas de seguir a Silverchair en sus retos posteriores, los felicito porque habrán visto que el Neon Ballroom no era un punto final o intermedio, sino en sí, un punto de partida para composiciones muy, pero muy superiores a todas las mencionadas hasta ahora. Confieso que hoy no le doy el crédito que le di en su momento, pero fue el camino para permitirme escuchar nuevo rock. No creo que fuese el fan de Muse que soy hoy, sino fuera por Neon, Diorama y Young Modern. Cuando otros discutían si el rock estaba muerto, Silverchair continuaba creciendo hasta el buen día en que Johns, se cansó de compartir crédito de su música. Probablemente, con justa razón.
Feliz cumpleaños 20, nostalgia Ballroom!