Algunas reseñas señalan que Storm Thorgerson eligió en ésta, la imagen menos psicodélica posible para Atom Heart Mother. Por lo visto nunca han ido a buscar hongos en la naturaleza...
Cuando pienso en bandas pienso en sus álbumes, pero en el caso de Pink Floyd normalmente no pienso en esta transición entre los años 60 y 70, tal vez por el protagonismo que tiene su inicio discográfico, así como el que tiene aquella gloriosa racha que inicia con Meddle en noviembre de 1971. Esto podría leerse como un punto en contra de Atom Heart Mother (y Ummagumma... lea más sobre ese álbum, aquí), pero en una marca tan desgastada en la cultura popular como ésta, en realidad es un punto a favor.
Este álbum permite seguir encontrando magia donde todos los trucos han sido revelados. Pueda que la canción épica de Pink Floyd por excelencia sea Echoes (incluida en el mencionado Meddle), pero si uno presta atención a la que da nombre a este disco de la vaca, creo no tiene mucho que envidiarle. De hecho, ayer estaba sonando y me percaté de un violín. ¡Un violín, paar favaar! Claro, cuando esta pieza (que ocupa todo el Lado A) inicia, lo que se destacan son los cobres, pero vaya si me sentí sorprendido con ese violín, no solo por que sea extraño sino porque llevo años escuchándola y no había hecho consciencia sobre tal detalle. En ese tema se escuchan los primeros leitmotiv de la banda (en bajo y guitarra al menos) y tiene un pequeño episodio con un coro que me recuerda a los Talking Heads. Por cierto, semejante trabajo orquestal requirió ayuda y el encargado fue un señor Ron Geesin.
Luego, continué escuchando el álbum (es como consumo la música), pasaron los cortes 2, 3 y 4, a cargo de Waters, Wright y Gilmour, respectivamente, y a propósito quiero anotar que la de mi tocayo Richard Wright siempre ha sido mi favorita: Summer 68. Amo su piano y teclados, y amo como inicia con un sentimiento de inspiradora expectativa y poco a poco va cayendo en un lugar más denso, como cuando uno está de vacaciones y de repente llega un lunes de estudio o trabajo. Pero más que volver sobre la música, ahora me llama la atención no inclinar la balanza musical hacia Waters ni hacia Gilmour.
Y así, llegué al otro corte que está acreditado como compuesto por los cuatro integrantes: Alan's Psychedelic Breakfast: Rise and Shine/Sunny Side Up/Morning Glory, una pieza que para mucha gente no tendrá sentido alguno, pero que para mí, al menos lo tuvo anoche (claro, si los Beatles pudieron salir con Revolution #9 un par de años antes, es perfectamente comprensible que Pink Floyd saliera con este desayuno psicodélico...). Estaba escuchando con audífonos de excelente calidad (es como consumo la música, no mentira, bueno si, en cuarentena mucho audífono porque comparto espacio vital), cuando empezaron estos ruidos extraños y volteé extrañado hacia la cocina a ver qué era lo que estaba pasando. Luego estaba haciendo la cena y volví a sentir lo mismo. No pasaba nada, simplemente estaba envuelto con éxito en ese exquisito ambiente sonoro que hace cincuenta años idearon para nosotros.
Así, Atom Heart Mother y Alan's Psychedelic Breakfast, son algo especial. Son canciones que pareciera uno nunca terminará de aprenderse y por consiguiente, siempre tendrán la capacidad de sorprenderte. Los discos que siguieron continúan generando culto popular por su fineza, pero en todo caso ya están memorizados, en cambio con éste, vuelves y activas nuevas conexiones nerviosas desde que lo tomas en tus manos (así consumo la... jejeje). Entonces, siento que todavía estoy aprendiéndolo, razón por la cual hablé de la magia.
Feliz aniversario!