Tanto por los premios y reconocimientos recibidos como por las credenciales del director Thomas Vinterberg en el oficio, regresé a las salas de cine para ver Otra Ronda y me llevé una gran sorpresa. Durante el planteamiento me di cuenta que la historia era más amplia que la que imaginaba, y durante el desenlace me di cuenta de que el cierre no sería como esperaba. Esto contrarió mis expectativas inmediatas pero después de reflexionar al respecto, recordé que una película que soprende y que incentiva el pensamiento merece una buena calificación.
Básicamente, se recrean algunos de los efectos del alcohol en la sociedad, pero de manera intencional y muy acertada se evitan planteamientos morales o criterios sugeridos, más bien ponen en escena una suma de situaciones para dimensionar la complejidad de un fenómeno tan antiguo y profundo como éste. Desde mi perspectiva como regulador, me parece un ejercicio muy valioso pues cada sustancia psicoactiva (como el alcohol) tiene diversos efectos y por ende, diversos propósitos o despropósitos, por lo cual, el objetivo primordial es entenderlas a profundidad para evaluar con posterioridad si se requieren medidas y cómo diseñarlas, basados en ese entendimiento.
Paso seguido caí en cuenta de que no me había detenido en los aspectos técnicos, lo que tiene todo el sentido por la escuela de donde surgió el director (Dogma 95), en la cual todo se logra a partir de las actuaciones y con la menor cantidad de apoyos tecnológicos posibles, lo que sigue siendo todo un estilo y una propuesta estética destacada, que además en este caso, no solo se apoya en el magistral drama, sino también en algo de comedia y así, en un rango amplio de emociones muy interesante.
Recomendada.
