En Licorice Pizza, Paul Thomas Anderson nos hace viajar de nuevo a la segunda mitad del Siglo Veinte (cubriendo el espacio entre Inherent Vice y Boogie Nights), pero esta vez, de manera más inocente, construyendo una relación entre adolescentes cuya diferencia en edad y cuyos intereses en desarrollo resultan prácticamente irreconciliables. Ahora, el detalle con que se construyen los planos y secuencias, el arte y cada personaje, demuestran que esto se hizo con amor y por esto, la experiencia es una delicia. Por ejemplo, me recordó a la detallada puesta en escena de Once Upon A Time In Hollywood, pero incluso ésta me pareció más hermosa.
No hay grandes tramas tras esta exponente del coming-of age, pero si muchos detalles que la hacen especial, entre ellos, dejar a los actores famosos para los roles secundarios y encargar a caras nuevas (y por fuera del estándar de belleza de aquella industria) los principales; la banda sonora que es una selección excelente de temas de la época recreada; y por último, un humor finísimo y permanente que es un gran valor agregado. Por estas razones Licorice Pizza merece la visita a la sala de cine, en donde todavía se encuentra disponible.
P.D. Además, al lado de Batman ésta parece una película cortita... 🙂