Como acontece con toda la producción audiovisual en ese país (al menos la que conozco), la impecabilidad técnica es notable en todos los aspectos, mientras que el ritmo de su estilo y narración la hacen la más digerible entre la oferta oriental para occidente. Entonces de entrada Corea del Sur, que lleva años consolidándose como una industria competidora fuerte en estas tierras, completa ese crédito en pocas semanas, una vez Parasite termine el respetable tour de premios y taquilla en que anda. Esa primera Palma de Oro para Corea del Sur, su nominación al Óscar y el recibimiento que esta película ha generado en un país como Colombia, es un reconocimiento al esfuerzo de toda una nación por ser excelentes haciendo cine. Felicidades.
La principal fortaleza de esta obra es el humor, su representación cómica de las clases sociales y de la (recientemente renombrada) desigualdad, que viene siendo la propuesta que uno espera de un buen stand-up comedy: una reflexión relevante sobre el estado de las cosas, riendo. Así, desde el contenido, Parasite se ubica en el elegante club del humor inteligente, además del club del cine impecable al que pertenecen las películas surcoreanas.
Puede ser que desde el drama, nunca sientas una identificación fuerte con ninguno de sus personajes como lo sientas con The Handmaiden (mi película coreana favorita), manteniéndote como un espectador, aun cuando la falla del capitalismo nos afecta a todos, pero de nuevo, su fortaleza es la comedia. Hace un par de semanas vi The Host (2006) y me pasó algo similar: entendí sus críticas y sus chistes, pero nunca me sentí involucrado personalmente. En todo caso, tras años de esfuerzo y grandes logros (Oldboy, Train To Busan, The Wailing), parece que en términos de crítica y éxito comercial, Parasite ha sido elegida como la película definitiva de Corea del Sur hasta que vuelvan a sorprendernos con otra obra maestra.