Apenas vi el tráiler sentí mucha fuerza, su imagen y color, unos raquíticos personajes ubicados con detalle en un plano dominado por el monte, una piscina abandonada increíble. Fui a verla y confirmé toda la buena expectativa: la atractiva estética sirve a una nueva visión de nuestro conflicto, donde muchos elementos resultan familiares pero con un propósito renovado.
Entre los distintos aspectos a resaltar, me encanta el universo, ése centro de rehabilitación experimental ubicado en las hermosas selvas del Tolima (si no me equivoco), pero también, en una frontera muy interesante entre lo legal y lo ilegal, entre la ficción y la realidad. Además, los penitentes jóvenes están liderados por un personaje cuyo drama también me impactó.
Toparme con La Jauría unos días después de Los Reyes del Mundo me ha renovado la esperanza en el cine colombiano, me ha hecho sentir que entre las interminables tandas de películas que pasan por cartelera sin pena ni gloria, hay un valioso relevo que sigue contando el conflicto, desde el posconflicto. Seguro por el manejo de actores naturales, ambas películas me resultan influenciadas por Víctor Gaviria, pero sí siento grandes pasos adelante en términos de estilo para usar el audiovisual, así como para abandonar la preponderancia de las drogas y del narcotráfico.
Seguramente es mejor que la mayoría de películas que encontrarán disponibles hoy en cine. Bien ahí Andrés Ramírez Pulido, merecidos ésos reconocimientos internacionales.