The Whale (2022) es un acertado retrato de la enfermedad (o toxicidad) de la sociedad actual, no sólo por la jugosa lista de síntomas, sino por cómo están enlazados entre sí. La historia, que transcurre en unos cuantos días previos al clímax de una gran crisis familiar, nos muestra con claridad el círculo vicioso de fracasos del sistema en que nos encontramos, donde hemos sido dañados y sin quererlo, replicamos ése daño en los demás. Es una dosis realista de todo lo que está fallando:
- La alienación del individuo
- La adicciones y el consumo desmedido como síntomas de traumas sin resolver
- La ansiedad y la crisis de salud mental
- El fracaso de la religión, del sistema económico y de la educación
- El doble filo de las redes sociales y de la tecnología
Cinematográficamente es sólida: la fotografía, la música, las actuaciones y en general, todos los elementos van sirviendo al considerable propósito narrativo de éste tipo de películas que acontecen en una misma locación, en las que sin duda, sus creadores nos están diciendo mucho. Lo anterior, firme bajo el estilo que consagró a Darren Aronofsky como un brillante director en el cambio de milenio y quien continúa construyendo su admirable filmografía llena de viajes a las profundidades de nuestra psicología. Mejor dicho, no vamos a ver esto para entretenernos sino para enfocarnos en el ruido que genera estar vivos. Vamos para incomodarnos (sanamente).
Así pues, difícil salir satisfecho de esta experiencia sin verle un trasfondo terapéutico, pero como soy fan del arte que suscita éste tipo de reflexiones (pues como dice Jodorowsky: la idea es no ser el mismo al salir de la sala), los resultados de The Whale me parecen excelentes. Además porque sentí que con el cierre llega algo de redención y de esperanza, un guiño a la corazonada que quiere guiarnos fuera del dolor. Por cierto, la referencia explícita y permanente a Moby Dick me pareció hermosa, como recordándonos que no estamos solos en el drama y que aguanta cesar la persecución de "culpables" pues esto profundiza en el dolor en vez de liberarnos de él.