One Hot Minute · Vigésimo Aniversario

Por: Santiago Rivas y Santiago González

En el año de 1995, estaba viendo MTV Latino y me encontré con una entrevista en la que los Red Hot Chili Peppers (RHCP) contaban cuando fueron a tomarse las fotos que aparecen en el librito de One Hot Minute. Decidieron hacer la sesión como si fueran una familia: Flea era el papá, que trabajaba porque todo estuviera bien. Kiedis, aún de pelo largo como lo conocimos en los noventa, adoptó el rol de la esposa sometida y madre devota. Chad fue la hija perfecta y Dave Navarro el adolescente incomprendido; era el recién llegado y por eso le calaba perfecto.

Todas las familias tienen un hijo que no sale como estaba planeado. A veces se trata de aquel que llegó demasiado tarde, o el que vino en el peor momento de crisis. A veces es aquel al que miman hasta que lo convierten en un monstruo y a veces es simplemente el que vive fugado, comprometido con la marginalidad. One Hot Minute es precisamente ese hijo; aún parece increíble que, siendo quienes son, los RHCP no hayan acabado de quererlo como es. No tocan ninguna de sus canciones desde 1998 y lo tratan efectivamente como si fuera la oveja negra. Es un álbum altamente subvalorado, pero ninguno de nosotros dos está dispuesto a dejar que sea condenado al olvido. Este año cumple 20 el hijo incomprendido de los Peppers.

No es gratuito el rechazo sistemático que ha recibido, pese a tener una canción que todavía suena en emisoras comerciales, como Aeroplane. Puede que no se justifique, pero se entiende. En ese momento la familia (sigamos con esa metáfora), atravesaba momentos difíciles. John Frusciante, su guitarrista habitual, se había ido de la banda abrumado por el éxito arrollador de su trabajo anterior, el archifamoso Blood Sugar Sex Magik. Frusciante es un guitarrista venido de la escuela del funk, que nació con el talento de ser una máquina de crear éxitos de radio. Pero eso a veces es descrédito, cuando tienes una banda alternativa, marginal, radical, rockera o como quieras llamarla. Como reemplazo llegó un amigo de la casa, el muy talentoso pero mucho más rockero Dave Navarro, guitarrista de Jane’s Addiction, que venía de terrenos más oscuros, como el metal, el rock clásico y el surf. Por otro lado, Anthony Kiedis había recaído en la drogadicción y eso solamente podía empeorar las cosas.

Así que este álbum es un experimento que no volveremos a ver, pues la banda se reencarriló: Frusciante volvió, Kiedis salió del hueco y sacaron más canciones doble-platino, algunas mejores que otras, algunas excelentes. Hace poco se volvió a ir Frusciante, pero qué importa: etapa superada. Sin embargo, siempre quedará este recuerdo de los tiempos más difíciles. A ellos tal vez les muestre una cara muy fea de ellos mismos. A nosotros, de este lado del parlante, nos devuelve a unos años fantásticos en los que nadie tenía miedo de experimentar, en donde hasta el grupo más funkero del rock podía atravesar por un momento sombrío y regalarnos un testimonio más de lo compleja que es la vida, otro disco para acompañarnos cuando tenemos la cabeza enmarañada.

Para todos los que apreciamos la energía avasalladora que solo nace en las tormentas, un disco como este, lejos de lo que se pueda pensar, es irrepetible. Es, de hecho, la prueba de que nada pasa en vano: ni las crisis, ni las rupturas, ni los problemas, ni nada. One Hot Minute es un disco oscuro, pero cada canción está llena de belleza. Todo cuadra, empezando por las letras de Kiedis, especialmente oscuras, como un grito de ayuda por su regreso a las adicciones, que se mezclaban perfectamente con el estilo más oscuro de Dave Navarro en la guitarra. Flea y Chad, que son la columna vertebral de la banda, no tenían que hacer nada para sostenerlos. Es un trabajo redondo.

Warped, el primer sencillo, es una canción densa, más pesada que las que los fans de RHCP acostumbran oír, pero es el resumen perfecto de los acontecimientos por venir, así como de todo el álbum, apenas un abrebocas. Al final del videoclip, Kiedis y Navarro, ambos con los ojos maquillados, se entrelazan en un beso largo frente a Flea, que los observa vestido con un calzoncillo negro. A la Warner, por supuesto, no le gustó nada, pero finalmente no censuraron el videoclip. Para eso daban los 90.

Aeroplane y My Friends son canciones más llevaderas, comerciales incluso. Upbeat y funky, balada melódica. Los otros sencillos de este disco, que buscaron la exitosa fórmula comercial de “Give it Away” y “Under the Bridge” pero estaban ya manchados de la oscuridad que anunciaba Warped.

Deep Kick tiene mucho el estilo de los discos anteriores y es una canción que jamás iba a ser single, pero que sostiene un estilo que ha marcado a la banda, la del poema que entra sobre la pista instrumental, Kiedis hablando, para luego desatar una descarga de funk. Navarro hace solos y puntea, pero se ve en la obligación de responder con una guitarra funkera, que por supuesto logra sacar adelante.

Coffee Shop: funk metal puro, es una lucha de protagonismo entre los riffs metaleros de Navarro con el virtuosismo funky de Flea. La genialidad está, precisamente, en lograr combinar estos dos sonidos en una canción tan poderosa, que se sostiene sola. En esta misma línea corre One Big Mob, que es más funkera y tiene valles, pero es una de las más poderosas. One Hot Minute es una canción de rock al estilo de la vieja escuela, en el que vuelven a sentirse los juegos entre Dave Navarro y Flea, las pistas de bajo complejas con una guitarra menos enfocada en el riff y más en el sonido, en el golpe.

Escudados en las libertades que otorgaba el rock alternativo a las bandas mainstream de la época, pudieron hacer tracks como Pea, que para resumirla es Flea contra el mundo. Una línea de bajo y una de voz principal, cantada por el mismo, con una letra compuesta por 50% insultos a la mentalidad ultraconservadora que comparten la mayoría de los estados entre California y New York. Algo no muy comercial, por así decirlo. Tearjerker (para Cobain) y Walkabout, tienen una onda calmada con mensajes más densos de lo normal. Falling Into Grace es una bonita canción de amor, como para salir del desahucio.

Shallow by the Game es la síntesis perfecta entre RHCP y Jane's Addiction, lo mejor de las dos bandas, hubiera podido ser cantada igual de bien por Perry Farrell. Es más, como me gustaría que existiera esa versión. Y cerrando viene Transcending, que empieza en una onda y termina en otra. Habla sobre la amistad entre mentes emproblemadas. Arranca haciendo declaraciones rudas de cariño, con el bajo como protagonista, llevando un ritmo muy suave, para luego estallar en un momento de poder, con la guitarra al mando, dando alaridos. No podrían haber escogido una mejor pieza de cierre, que esta gran canción, que en su ser bipolar, problemática y desconcertante, es el retrato perfecto de este álbum que cuando llega a su final nos ha entregado no uno, sino sesenta y dos minutos muy calientes.

Feliz aniversario!