1997. Filas de la mañana en el colegio. Mientras el rector habla, sigilosamente dos amigos nos anuncian a los otros melómanos la llegada del nuevo álbum de Silverchair. Uno de ellos lo prestó en disco compacto, que por semanas pasó por diferentes manos mientras cada quien se definía al respecto. Recuerdo lo difícil que era regresar el grueso librillo de arte y letras a la caja, y el impacto inmediato de algunos de sus poderosos riff iniciales de bajo y guitarra mientras, valiéndote del discman de alguien, saltabas track por track tratando de hacerte rápidamente una idea general antes que el dueño lo pidiera de regreso. En fin. Fue hasta unos años después cuando inicié con este trío australiano, pero desde que lo escuché por primera vez en el colegio el Freak Show ha permanecido dentro de mi radar pues es un fidedigno y sabroso registro del sonido de los 90.
Éso si vuelve y juega. Al igual que con el Frogstomp, la tarea de la crítica y la audiencia volvió a limitarse mucho por la necesidad de aceptar o no a Silverchair por su parecido con algunos héroes de la época del grunge, afectados todos por aquella lealtad y nostagia que ésa escena todavía generaba entre las masas. Pero ahora que han pasado veinte años y que todo aquello es un lejano recuerdo de lo que fue el rock, escuchando una y otra vez el Freak Show puedo concluir que si bien las similitudes son alarmantes, me parece una coincidencia sana. Es decir, mi sensación es que estos niños (de 17 años entonces) eran realmente buenos exponentes de ése estilo, aunque hayan pecado por adoptar la tendencia íntegra.
El disco tiene magnífico groove, liderado por el grueso y contundente ensamble de bajo y batería, y mucho nivel melódico por una guitarra y una voz muy bien aprovechadas. Si alguno de los elementos pareciera no destacarse, eventualmente lo hace. En los primeros segundos de la apertura con Slave se notan pequeños momentos de silencio que se repiten a lo largo del disco y que desde mi punto de vista, demuestran mucho control por parte de la banda. Freak (video), el primer sencillo, no sonó ni suena nada novedoso, pero si revela una impecable producción. ¡Oído al sonido del hi-hat en la batería!
Y para ilustrar porque me gusta Freak Show me quiero referir a algunos de sus mejores temas. En primer lugar esta el tercer corte (y segundo sencillo) Abuse Me. Aquí ya es evidente que se matricularon incondicionalmente en la escuela Pixies/Nirvana: tranquila en las estrofas y explosiva en el coro. Al principio pareció sonsa, pero entre más la escucho más me gusta. Allí pueden escucharse arpegios y efectos de guitarra típicos de lo alternativo. Más adelante encontramos No Association, un tema que no es evidente, que demuestra habilidad en interpretación y en composición. Me recuerda mucho a Milk It, octavo track de In Utero y uno de mis momentos favoritos de Nirvana en estudio. Me gusta por ésos espacios en que se queda sola la batería, por extraña.
Cemetery es una hermosa canción, infortunadamente muy parecida a Disarm de Smashing Pumpkins, pero hermosa de todas formas. Y al final encontramos un buen bloque, pasando por mi favorita Roses, que tiene la dinámica de silencios que comentaba antes y un coro (en 3/4) pegajosísimo, siguiendo con la excelente Nobody Came, que vendría siendo la épica del disco, y por último The Closing, otra buena dosis de rock.
Entonces, ahora que toda esta música a la que me refiero aquí ya es clásica y que actualmente estamos ocupados con otros rollos de la música popular, se puede volver al Freak Show como a muchos otros buenos álbumes de la época. De cualquier forma, ya quisiera yo haber salido con algo así a los diecisiete años...
Feliz aniversario!